lunes, 21 de marzo de 2016

Bruselas

De tan cíclica que es la vida, a veces me olvido que el círculo es una línea también.



Tal vez nada de lo que digo tiene sentido, pero algo que aprendí es que hay que sacarse los filtros. Y que la belleza de la vida está al alcance para quien quiera mirarla.





Caminar por Bruselas en diciembre: luces de Noelle, murales entrando en callejones, calesitas verticales de cajas que cuentan historias. Dudar sin dudas.








jueves, 10 de marzo de 2016

Ponerme al día: Bruselas por el final

Creo que llegó la hora de ponerme al día en el relato de mi vida. Siempre me detengo porque pienso que es un acto de extremo egocentrismo esto de estar hablando de mí, mostrando mis fotos, mis pensamientos, etc. Pero después me doy cuenta de que hay muchos que me preguntan, que quieren saber cómo me fue en el viaje, que ponen "me gusta" cuando subo alguna foto suelta en el innombrable libro de las caras. Y no sólo eso, veo la cantidad de fotos que acumulo en la computadora, videitos, cosas que a veces salen en uno de los otros innombrables (aplicación de teléfono inteligente)... entonces en una tarde como hoy, lluviosa, otoñal casi de invierno, empiezo a ordenar la compu y me digo: QUÉ HAGO CON TODO ESTO, ADEMÁS DE NOMBRAR LAS FOTOS, ORDENARLAS EN CARPETAS, Y LLENAR EL DISCO RIGIDO DE RECUERDOS? Pues compártelas en tu blog! dicta esa voz interior que algunas veces tiene ideas brillantes. Todavía necesitas excusas para escribir tus relatos de viajes?

 
(Por ejemplo, cómo no vas a contar la historia de cómo conseguiste la trompeta?)

Pasar una tarde como la de hoy, como eran las tardes de marzo en aquella canción: lluviosa, con luz escondida, lenta y de niebla, revisando fotos y recuerdos tan recientes me hace preguntarme cosas a medida que van pasando las imágenes en la pantalla. Por ejemplo, a qué responde esta compulsividad de registrar los momentos que después se van a acumular en forma de bits. Ahora estoy con las de la Nochebuena en Bruselas. Las vueltas que van tomando mis itinerarios responde a lógicas muy caprichosas. Existirá un algoritmo que resuma, por ejemplo, las geografías que hemos atravesado? 


Me distraigo pensando si no debería estar tocando música en vez de estar haciendo estas pavadas. (SSHHH! Esa voz no es tuya, Juli. Agarrá el violín y tocá un par de escalas, si total siempre va a haber excusas para distraerse. De eso podemos hablar largo y tendido.)


Sigo adelante. Escribir sin detenerme es lo que me sostiene. Vuelvo a las fotos. Nochebuena en la Avenue des Staphyllins (y aparece la foto en mi mente de la letra de Male en ese papel con la dirección, y aparece el audio mental con sus indicaciones para comunicarme con el taxista "stafilAn, se dice stafilAn, y si no te entiende mostrale el papel". Yo no le mostré el papel, él no me entendió una palabra de lo que dije y me llevó a dar una vuelta por la Forêt hasta que nos dimos cuenta de que era en la estación Coccinelles. Entonces le pagué el paseo con todas las monedas de mi gorra del día, porque a veces una puede trabajar sólo para poder pagarse un taxi a la noche). Nochebuena en Avenue des Staphyllins en Watermael Boisfort, nadando en discos de vinilo y comidas estrafalarias y riquísimas. Realizando un ritual en el que (casi) ninguno de nosotros cree demasiado. Todo reside en el esmero puesto a la preparación de platos y sorpresas y sobre todo en el disfrute del buen comer . 


Nos hicimos regalos preciosos. Los míos fueron exclusivamente sacados del equipaje que llevé de Uruguay - 15 kilos por encima de lo permitido cuando me pesaron la valija en Carrasco. Así voy dejando pedacitos de mi vida por el mundo: ese cuaderno de artista a medio terminar, las recetas italianas impresas por Imprenta Anzilotti (la de mi abuelo-dueño... de eso hablaremos otro día...), las ocarinas del Ocarinero Humahuaqueño. Además de la valija llena de cosas que les dejé a Louise y Miguel, y las ropas de invierno que andarán descansando en un ropero en Ollon o, en el mejor de los casos, paseando por Lausanne o Bruselas. (Y mientras, miro la ventana pensando que pensaba que no pasaría el invierno en Colonia).


Perfecto. Nombré todas las fotos y las comprimí en un zip con Nombre: Nochebuena 2015. Ya hice otro que se llama "Juli y los dudús de Astrid", en la que sucesivamente foto tras foto voy posando con la Pitufina, el Winnie Pooh, la Nena, el Cochon, para rematar con una selfie con Astrid y todos ellos juntos).

En fin..........

Cuestión que me fui de Bruselas un 25 de diciembre, fecha re piola para tomarse un avión. Louise y Miguel vinieron a despedirme con regalos que me vinieron bárbaro para la inevitable espera en Barajas. 

Y sacamos la última con Male y Astrid en la puerta de Rue Vanderkindere 514, y las últimas en el aeropuerto y me estoy poniendo demasiado emotiva. Ya paso a otras cosas.



.... Continuará ...









domingo, 15 de noviembre de 2015

Recordarse en lo desconocido

Londres, Noviembre de 2015.


Querida Mamá:

Me pedís que te cuente de mi paso por Londres y lo voy a hacer aunque hoy las noticias nos quieran hacer hablar sólo de París. Y no es que sea una enamorada de las grandes capitales, aún teniendo a Buenos Aires tatuada en mi matriz.

Buscaré que las palabras encuentren su cadencia para desenmascarar el misterio de mi paso por esta ciudad, que me hizo sentir que esa matriz está surcada por más de un color de tinta.

Para empezar, diré que Londres fue roja. Mirara a izquierda o derecha - lo cual no es lo mismo al momento de cruzar las calles con los autos viniendo siempre de la dirección contraria - encontraba ese color. En lo más evidente: los buses de dos pisos y las cabinas telefónicas (aunque es cierto que hay muchas pintadas de gris y - dato al margen - muchas ofrecen Wi-Fi gratis por media hora, útil para los que tenemos un teléfono como el que me regalaste). Pero también en otros detalles escondidos, como las zapatillas de la niña en el poema del libro que hojeé en la exposición de libros de autor en el Southbank Centre, o en el tractor que demolía esa casa en Hendon Lane. Tendría que revisar las pocas notas que tomé en esos seis días para contarte en cuántos momentos el rojo me habló de Londres - y sobre todo de mí en Londres. No, todas las notas sobre el rojo fueron mentales. Sí, está el círculo rojo del underground, y también las pinturas gigantes de Cy Twombly en el Tate, esas pinceladas báquicas y lujuriosas.

En Londres escribí poco, porque también me pasó algo crucial: en esta ciudad no pensé. Sólo la primera noche el insomnio quiso cobrarme con pensamientos el despertar en medio de la noche sin saber si estaba en Colonia o en Bruselas, durmiendo sola o acompañada. Pero despertar de nuevo en la mañana con la fiaca de Michi gateándome por la panza fue el santo antídoto: es así de increíble cómo la mano de un bebé tocándote la sonrisa puede traerte a un presente sin medidas - es decir, sin pensamiento. Flor había comprado yerba Rosamonte, entonces así de ridículo como puede sonar, Londres fueron esos mates y enseñarle a mi amiga argentina-londinense que aprendió a andar en bici cerca de sus treinta, a cebar.

El sol casi no apareció en los seis días. Tampoco el frío que te cala los huesos. Sí la lluvia y el viento. El aire estaba tan limpio que la caminata por el parque en el fondo de Cranmer Court fue un delirio de colores de otoño. Y tal vez si Londres me gustó tanto fue gracias a ese respiro de naturaleza antigua.

También adoré las muchedumbres en la hora pico de King's Cross, en Camden Town, en el tube. Cómo puede molestarme tanto la acumulación de gente en Buenos Aires, y gustarme así de mucho este lugar? (la gente se acumula también en conciertos de Angeles del Death Metal mamá, pero no me van a hacer perder las ganas de ir a conciertos como el de Mykki Blanco donde pude encontrarme con el underground londinense en su esplendor más crudamente vanguardista). Será por lo que me dicen los rostros que Londres me gusta: aquí el humor transpira hasta en las malditas publicidades y te cuesta imaginar a un inglés tirando una pálida (aún así, y en honor a Osvaldo que hubiera cumplido ¿noventa y cuántos? el quinto día de mi estadía... mi corazón es rioplatense, mamá. Pero qué lindo poder ser camaleón por unos días, pretender que mi corazón está libre de nostalgias y que sólo me motiva el hacerme de abajo como el self-made man de Charles Dickens. Qué lindo ese hueco de la imaginación, de verdad...).

Además, esta es la ciudad versión original de cualquier otra ciudad donde el rock haya prendido la mecha. Es decir: la madre de todos los rocks del mundo. En New Orleans descubrí el latido original. En Memphis, el eco de ese latido. Acá se abrió la arteria aorta, la sístole y la diástole se conocieron en la bifurcación de Oxford Circus con Tottehham Court Road. UK is the father and mother of the Empire, so to say.

Por supuesto que sí - sé lo que te estás preguntando: crucé el London Bridge y NO se cayó. La canción estuvo en mi cabeza y en mis tarareos a Michi durante los seis días, y también muchas de las canciones que me enseñaban de chiquita vos y el Southlands. Y eso es algo que no te dije: lo que más amé en Londres fue entender el idioma. Me dieron tantas ganas de quedarme para siempre escuchando ese acento conocido y lejano. Y pensar que por tanto tiempo me esforcé para tener acento yanqui! Ahora me gusta en cualquier lado tener acento extranjero. Ya ves que hasta en Argentina me confunden con uruguaya.

En fin mamá, ya voy llegando al final de esta carta y no te hablé de Covent Garden ni del mercado de Borough. Tampoco de los Van Gogh en la National Gallery y del Miró en el Tate, ni de los artistas callejeros de Trafalgar Square. Será en la próxima, o quedará de combustible para una creación reciclada.

También me faltó hablarte de los aeropuetos, de la Oyster Card, de la asistente social que ayuda a Flor y Pjemek a encontrar la mejor escuela para Michi. Y del Charity donde por 12 libras equipé mi guardarropa para quién sabe qué estaciones venideras. Al final, de qué te hablé? Bueno, algo sí te dije: Londres me anuló el pensamiento. Por eso, eternamente agradecida a esta gran y pequeña ciudad.

El Palacio de Buckingham, lo confieso, lo pasé caminando rápido, con la lluvia llevándome a nado a mi cita de peluquería. Sabés que la realeza no es mi debilidad, y una frase del libro sobre arte público "Pavement Poetry" que encontré en aquella muestra de la que sí te hablé, resume mi sentir al respecto: "RATHER THE RAIN ON THE CASTLE'S WINDOW, THAN THE CASTLE ITSELF".

Voy dejando el relato acá. En mi próxima carta podré hablarte de una Bruselas con olor a comic y a cervezas cortadas con cuchillo.

Quedate tranquila, me cuida un ángel que nació con la primera oración que rezamos juntas.

Te quiero
K

PD: En la próxima te mando también más fotos de Londres, por problemas técnicos con la compu no puedo agregar más ahora.









jueves, 8 de octubre de 2015

12 días de popurrí bruseliano

Llegando al centro de la ciudad. A la izquierda, un ascensor para llegar a la parte baja, o más bien para subir de ella!


En el bar N.A.I.S. de la Rue Haute encontramos una rueda de swing y ahí nos sentamos a tomar una Duval.


Perdiéndome con la bici en las callecitas del centro me encontré estos murales:





Una tarde en el Bois de la Cambre, el parque a cuadritas de casa.


Comiendo hamburguesas con fritas en Boistfort.


El hadita que llena mis días: Astrid.

En la ludoteca:

En su bici.

Ella también toca el ukelele en la calle :)




miércoles, 30 de septiembre de 2015

Hola desde el Limbo

Dicen que un avión te lleva en menos de un día a cualquier parte del planeta, pero que el alma tarda al menos una semana en llegar. Tiene sentido para mí. Me fui de Colonia con el corazón en las calles, en la música, en los amigos, en el río (contaminado y todo) y todavía por las noches mis sueños me pasean por ahí.

El cielo de Colonia algún día hace un tiempo desde el Puerto de Madera

Cuando hace un mes Malena me hizo la propuesta de venir a pasar tres meses con ella y Astrid en Bruselas, sólo me tomó un día tomar la decisión. Es que mi alma también se había quedado en nuestros días de Jamgals, y esto es lo bueno de vivir la vida libre: mi casa soy yo en cualquier lado, pero mucho más cuando la comparto con la familia del corazón.


                           
En Barajas cuatro pantallas como estas indicaban las partidas de vuelos de las siguientes tres horas. Tuve que caminar 15 minutos hasta mi puerta de embarque para el vuelo UX1171, donde dormí 2 horitas tirada arriba de mi equipaje.

Llegué a Bruselas hace cuatro días, y nos caímos bien. Sos una gran ciudad, debemos tratarnos con cuidado. Bruselas ya es sinónimo de ser mamá postiza por tres meses, practicar mi francés y exprimir el tiempo con mi hermana musical. De costado estarán las cervezas, las fritas, y el asalto cultural a ukelele amado.  El bricollage y el violín, el amasado de recuerdos, el nuevo disco de Jamgals Recargadas y la preparación a distancia de la gira Olorosa Verano 2016.


La recompensa de dos noches de aeropuertos y escasas horas de sueño: el sol naciendo en mis alas y la Pacha regalando diseños psicodélicos.

En estos cuatro días ya mi paladar estalló de sabores, mis risas tejieron mantas con las de Astrid, mis ojos escalaron eclipses sobre fachadas de ladrillos rojos y mis horarios no tienen ni pies ni cabeza. Hoy debuté en la noche y en el transporte público yendo a la première de una obra en el teatro. Y retomo el querido blog para mantenerlos al tanto de las peripecias que se vayan desenvolviendo con el transcurso de los días. A bientôt!




 
Male, Astrid, Lèo, los frutos de mar y el cordero con papas gratin en la Brasserie Georges de Uccle.

Y la luna antes del eclipse, 3.30 AM, desde la puerta de casa.




sábado, 23 de mayo de 2015

G de Galletitas Ginastera (incluye receta!)

Montada a pelo desde hace tiempo en el paradigma ecológico de la triple R, he reducido progresiva y drásticamente el consumo de productos alimenticios previamente envasados y elaborados. Entonces, me gusta hornear mis propias galletitas. Siempre salen diferentes, desde que dejé de seguir las recetas: generalmente aplico la intuición y la creatividad al servicio del todoterrenismo, término acuñado por mí en este acto, que significa que con lo que hay nos arreglamos.

Hoy había varios ingredientes disponibles, y salieron tan ricas que decidí registrar la receta y compartirla aquisito no más.

Ingredientes:

200 gs de harina integral
100 gs de harina blanca (0 a 0000)
1 cda de sal
1 pocillo de queso rallado
4 cdas aceite de girasol
2 cdas aceite de oliva
1 puñado de hojas de cebolla (de la huerta)
1 huevo sin batir
2 cdtas de semillas de lino
2 cdtas de semillas de chía
1 pocillo de semillas de girasol
1/2 pocillo de semillas de sésamo
1/2 taza de agua

Para comenzar, puse las semillas de lino y chía en un recipiente pequeño y las cubrí de agua. Las revolví un poco y en seguida la mezcla empieza a tomar una textura viscosa, gelatinosa. La dejo reposar. 

Prendo la hornalla y pongo a tostar el girasol y el sésamo (podría hacerlo en el horno si ya estuviera caliente, o en el fuego si lo tuviera marchando). Mientras se tuestan, vuelco las harinas en la mesada o bol (hoy tuve que ponerme a lavar platos en este punto de la preparación!), las mezclo con la sal y más o menos entre la lavada de platos y todo, a esta altura ya las semillas están tostadas. (También pueden ponerse a tostar las semillas antes de poner las otras en remojo). A esta altura también podría mezclarse el queso rallado, aunque yo me acordé al final y lo pude mezclar bien igual.

Paralelamente, pongo a calentar un poco de aceite y rehogo las hojas de cebolla (podría haber agregado otras aromáticas, y mi nota mental es: conseguir plantines de tomillo, orégano, romero). Junto esto con el resto del aceite.

Entonces tengo todos los ingredientes secos mezclados: hago un huequito en el medio y voy echando el aceite mientras voy mezclando y deshaciendo con las manos. Una vez que está mezclado el aceite, echo el huevo (quise batirlo antes de echarlo, pero se me escapó de las manos y fue a parar a la masa, así que ahí lo dejé: no descarto que el sabor particular de estas galletitas se haya debido a este "error" o desvío del plan original. ¿No es así como siempre se descubren las mejores cosas?). Sigo mezclando con las manos, y voy agregando las semillas en remojo gelatinoso. Así se va unificando la masa. Fui agregando agua hasta que todo estuviera bien unido y húmedo, sin llegar estar pegajoso. (Se puede ir regulando esta etapa final agregando harina si me pasé de agua).

A esta altura prendí el horno (mi horno no regula demasiada temperatura, pero lo dejo calentando al máximo mientras sigo con el siguiente paso). Agarro la asadera, y voy estirando la masa con la mano, el puño, los dedos hasta que esté bien acomodada cubriendo toda la superficie. Con el cuchillo corté la masa en tiras finitas y luego por la mitad para que no queden tan largas.

Así es que esta masa se fue al horno,  y una vez que empezó a oler rico (15-20 minutos) salió. Separé las galletitas, las puse en un plato y las comimos con queso fundido (requesón). (Nota mental: una pasta de garbanzos, o de zanahoria y ajo, o mayonesa de brócoli para la próxima).

viernes, 30 de enero de 2015

Ñ de Ñoquis.


Siempre fueron mi plato preferido. Cuando de pequeña salíamos a cenar en La Posta, en Mar del Plata, mi elección nunca variaba: ñoquis con manteca y queso (y porción de dulce de leche de postre).

Los de ayer fueron con salsa bolognesa y crema de espinaca. Salí a tocar por la noche, luego de un día exuberante como el río después del temporal. "Salgo por los ñoquis", le dije a Juan. La gorra del mediodía había superado el promedio diario, pero tenía que rendirle culto al 29. 



Contrastando con la cantidad de gente que había circulado durante el día, el fresco de la noche habría dejado a todos en sus casas. Recorrí el Barrio Histórico y en Mi Viejo Barrio, el restaurante donde al mediodía había conocido a Carlos Serebriski, había varias mesas. Antes de entrar vino a mi mente "Dream a Little Dream"; la practiqué, porque hace mucho que no la toco. El clima era tranquilo en el salón. "Es un cavaquinho?", me preguntó un hombre con acento de algún otro lado, antes de sacar a Daisy de su estuche. "Oh! Vas a tocar?" Y el mozo: "Ahora que salió en la radio la muchacha es famosa, ojo eh!" 

Y sí. Estuve en la radio. Pero no en cualquier radio. Estuve en Radio Colonia, esa que siempre papá contaba. El estudio es imponente, con piano de cuarto de cola incluido y una cabina a todo trapo (no llegué a ver los equipos, pero se veía importante). Cuando Carlos me vio cantar él estaba comiendo sus ñoquis en la mesa del fondo. Se ve que eso lo puso contento y por eso me dio un espacio en su programa. No tuve tiempo de avisar más que a mamá y papá, que me escucharon desde Tandil.

"Siempre quise tocar cavaquinho" dice el hombre cuyo acento develo yanqui. "Siempre quise cantar", dice Mabel, la locutora de Carlos. "Vayan y háganlo!", los insto. Igual que insto a todas las cámaras que hay delante de las personas que disparan mientras toco en Don Pedro que sean buenas y les digan a sus dueños que me envíen las fotos y videos que capturan. Libertad para esas tomas!

La cosecha del día siguió con la charla con Ana y Marta las responsables de una luz que empieza a latir en el centro de la ciudad, en forma de centro (perma)cultural. Semillas que germinan.

Mientras tanto, nuestra casita va tomando forma: decimos que el domingo hay asado de inauguración. Por las dudas, les puse el billete abajo del plato a las bolitas de papa y harina, no sea que el Dios del Ñoqui nos haga papilla los planes.